
Hace ya de esto muchos años. En la calle del Obispo Sarmiento me encontré con un hombre eximio que subía hacia el real de las Ferias de San Lucas. Una gran vara de acibro apreixaba su robusta y ancha manopla. Tras el cordial saludo de rigor, se interesaba por la salud de mi padre, antiguo compañero suyo de birisca. Con humor sempiterno me refirió una vieja profecía de su llorada madre en la que le había pronosticado que ?nunca bueno sería, porque había venido al mundo con el través das San Lucas? en los días en que los ?poltros? del monte vienen a venderse a las ferias. Al poeta le hacía mucha gracia aquella feliz ocurrencia de su buena madre y afirmaba, con singular gracejo, que el pronóstico se había cumplido al pié de la letra.
Este gran poeta mindoniense, improvisador magnífico en bodas y misas nuevas, notabilísimo vate en gallego y castellano, sonetista fecundo y orador admirable, quiso perfeccionar su vena poética al lado de otro poeta, también mindoniense, cuyas ideas estaban impregnadas de sectarismo tan en boga en aquellos años, y del que creyó oportuno alejarse para no poner en peligro su fe. Porque ésta era la nota que más caracterizaba a nuestro hombre: sus profundas convicciones religiosas.
De nada valieron las amenazas con que se le conminó una y otra vez a que retirase el Crucifijo de la escuela que regentaba. Se le amenazó incluso con la pérdida de su carrera, único medio de sustento de su numerosa prole. Era entonces cuando me contaba, humedecidos sus ojos por las lágrimas, cómo un viejo amigo de la infancia y mindoniense como él, a la sazón acaudalado industrial de la comarca vivariense, le había ofrecido un sueldo equivalente al del Estado si el imperante estado de cosas hubiera llegado a privarle de sus haberes profesionales.
Creo, lectores, habéis adivinado que me refiero a nuestro gran poeta Noriega Varela. Los mindonienses residentes en América le dedicaron un homenaje en su día, otro se le tributó por iniciativa del insigne bienhechor de nuestra ciudad y destacada personalidad del Movimiento D. Ramón Ferreiro. Ahora nosotros lanzamos la idea de recabar el traslado de sus restos mortales a su ciudad natal.
Antonio Manuel Jesus Maria Expósito había sido espuesto en la Casa Inclusa el 18 de Octubre de 1869 ese mismo día a la una y media de la noche.
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