Entrevista a nuestro "Amigo de los 50"
Arturo Sánchez Montero "Sombrita"
Publicado en La Voz de Galicia
Edición Carballo, Sábado, 13 de Diciembre de 2008
Carballeses en su rincón ARTURO SÁNCHEZ MONTERO
«Un bo boxeador ten que ser unha persoa moi tranquila»
No fueron las lesiones ni la edad, sino su madre (por temor a los golpes), la que lo apartó de la senda del pugilato. El apodo de «Sombrita» aún le dura.
Arturo Sánchez Montero,
«Sombrita», en el Casino de Carballo
Todo el mundo conoce a jugadores de fútbol de la comarca que han tenido sus momentos de gloria en los últimos veinte, treinta o cuarenta años. Ayuda a la memoria el hecho de que de la Costa da Morte han salido, y salen, muy buenos jugadores. Pero, ¿y qué pasa con el resto de disciplinas?
El boxeo, por ejemplo. Es una de las más desconocidas. Pocos saben que de Carballo salió un campeón de España de boxeo en los años setenta, Raúl Añón Pose. Es la mayor figura local del ring , junto a otra, la que nos ocupa: Arturo Sánchez Montero, apodado Sombrita , apodo que le pusieron en honor al Sombrita original, el campeón canario Juan Albornoz. «Dicían que pegaba coma el», explica.
Arturo, al contrario de otras glorias, no siguió la carrera pugilística pese a sus iniciales éxitos y capacidad. No fue por culpa de las lesiones, ni de la mala suerte, ni por hacerse mayor. Fue por su madre: «É que miña nai chamábame a atención, sempre preocupada por se levaba golpes. E ao final deixeino. E iso que se me daba ben e me gustaba. Non fun profesional porque non quixen».
Empezó con 17 años, en el viejo Guante Club Bergantiños, allá por el 62. Él y un grupo de amigos (muestra las fotos de aquella época) entre los que estaban Pispís, Suso, Lito, Ignacio. Lito había emigrado a Brasil, volvió y fundó el bar Manaos. Fue boxeador y decidió enseñarle a los jóvenes, entrenarlos. Arturo le fue cogiendo la mañana. Llegó un momento en que empezó a viajar dos veces por semana a A Coruña, con Carlos Anaya. El trole le costaba unas 9 pesetas ida y vuelta.
Llegaron las peleas, los combates oficiales, siempre en la categoría amateur . El primero fue en la fábrica de tabacos coruñesa, contra Jorge Barral. Acabó en un nulo. El segundo, en Santa Lucía. El tercero, en el recién inaugurado pabellón de deportes de A Coruña. El cuarto, en la plaza del Obradoiro de Santiago... Y, así, hasta doce.
Infantería
Incluye su etapa de infantería en el Tercio Norte de Ferrol, donde se clasificó para el Campeonato de España Militar de peso ligero. Y fue subcampeón nacional. Año 1967. Emigró también a Alemania. Trabajó solo un año en la Volkswagen. En Osnabruk disputó dos combates.
Pero llegó un momento en el que aquello llegó a su fin.
¿Cree que el boxeo es un deporte violento? «Non, en absoluto». ¿Cuáles cree que son las claves de un buen boxeador? «Como se sabe, hai que ter bos reflexos. Pero, sobre todo, un bo boxeador ten que ser unha persoa moi tranquila».
Cuenta que el boxeo le ayudó en varios aspectos de su vida. Entre ellos, a lograr, por medio de unos amigos, el trabajo al que ha dedicado su vida, como operario de mantenimiento de Fenosa. Y también, en el plano deportivo, a codearse con grandes boxeadores de la época. Hizo guantes con Gonzalo Dopico, que fue campeón de España. Trató a Moncho Casal, a Grandío, a Pombo.
Sus ídolos siempre fueron Cassius Clay y Legrá. El segundo, por cierto, acudió a Carballo a un combate. Fue por las fiestas de San Cristovo. Peleó en el campo de Pedras Brancas, el antiguo del fútbol.
No fue el único en acercarse a la capital de Bergantiños: también lo hizo Policarpo Díaz, el Potro de Vallecas. Añón y Sombrita fueron sus abanderados.
Eran otros tiempos. Dice que no los echa de menos, que lo pasado, pasó. Nunca tuvo problemas en este deporte. Nunca presumió de puños, y tuvo amigos fieles que lo seguían a ve sus competiciones en A Coruña. Tampoco se lesionó, salvo en una ocasión, un pequeño percance en un dedo. Y eso fue todo.
El resto, ya se ha dicho, fue Fenosa. Treinta años de vinculación, veinticinco de ellos en activo. A principios de los años setenta, él y sus compañeros de oficio electrificaron numerosos lugares de Carballo y de Bergantiños. Sus vivencias de aquella época darían para un cuaderno.
Plantaban los tendidos en los lugares de más difícil acceso. «A onde non se podía chegar cun camión, porque non había pistas, empregabamos un carro das vacas. O mellor de todo era o ben que nos trataba a xente». Su memoria es un apunte más en la etapa del desarrollismo de la Costa da Morte, que parece tan lejana en el tiempo, pero de la que aún pueden hablar muchos como algo reciente.
Pescador, futbolista y algo de comerciante
Entre su colección de fotos aparece una de su época de futbolista, pero no entra mucho en detalles porque, por lo que se ve, era mejor con los puños que con los pies.
Un buen amigo revela sus excelentes dotes de pescador de trucha. De los de miñoca, de la vieja escuela, muy frecuente en los «regatos pequenos» de Vimianzo, o en el Grande de Baio. Él, humilde, asegura que no, que era regular. Y dice «era» porque ya no pesca.
Desde el año 75 arrastra una cojera, consecuencia fatal de un grave accidente cuando viajaba en coche hasta A Coruña. Dice que ese suceso le marcó, incluso en lo laboral, porque mermó sus posibilidades de ascenso. Cumplió 63 años hace dos días. Está casado y tienen dos hijas. Nació en el Campo da Feira, en el barrio de la Milagrosa, «na Casa Montero».
Sus ratos de ocio los pasa en el Casino de Carballo, así que ese es el rincón elegido, el mismo que en su día escogió para esta sección su buen amigo Gabriel Pérez Suárez.
Otra parte de su tiempo se le va ayudando a su mujer, que tiene un comercio en la calle Gran Vía de Carballo. Y viendo pasar la vida, que no es poco.
|